En estos últimos tiempos se está poniendo de moda el concepto de Inteligencia Artificial. No es baladí. Mientras las obras de ficción han encumbrado sistemáticamente historias en las que un (normalmente maligno) ser artificial tomaba demasiada conciencia de sí mismo, la realidad nos demuestra que la Inteligencia Artificial es más un aliado que un enemigo al que temer.
No todas las IA son iguales
Quizá el primer punto en el que debemos detenernos es en el de analizar qué es la Inteligencia Artificial. Lejos de la idea preconcebida por la mayoría de robots superavanzados que se comportan casi indistinguiblemente como humanos, la IA se clasifica en dos grandes grupos.
Por un lado tenemos la IA fuerte (también conocida como general). Esta es la Inteligencia Artificial que tan bien queda en las películas. El problema es que estamos muy lejos de llegar a una IA a ese nivel (se habla de unos 20 años). La IA débil (o estrecha) es aquella capaz de resolver un problema concreto. Hablamos de IA para reconocimiento facial, o conversacional, o de conducción autónoma… Problemas que pueden ser muy complejos, pero también que están muy acotados.
¿Cómo se desarrolla una Inteligencia Artificial?
El concepto, en realidad, es simple. Una Inteligencia Artificial no es más que un programa informático. Uno muy avanzado, sí, pero que se rige por las mismas normas y compendios que cualquier otro programa.
Quizá la clave de todo el proceso radica en el Machine Learning. Esto son, grosso modo, algoritmos que aprenden a partir de una serie de ejemplos y datos de entrada que les son proporcionados.
El aprendizaje supervisado es aquel que consiste en proporcionar al programa miles de modelos en el que cada entrada corresponde a una salida. Por ejemplo, mostramos fotos y le indicamos si la foto es de un coche o no. Tras procesas las imágenes y las indicaciones que se le han dado, la Inteligencia Artificial será capaz de identificar coches por sí misma.
El aprendizaje no supervisado, en cambio, implica que el programa realice identificaciones de patrones por su cuenta. Una vez que haya terminado, siguiendo con nuestro ejemplo, se le indica que tal grupo de objetos identificados son coches. De este modo, la IA será capaz de identificar coches sin saber lo que son hasta que alguien se lo diga.
Todo un catálogo de Inteligencia Artificial
Las aplicaciones de la IA en la actualidad abarcan múltiples campos y avanzan a pasos agigantados. Así, contamos con máquinas capaces de identificar imágenes o de identificar rostros (para controles de seguridad en instalaciones críticas, por ejemplo). Existen programas capaces de conducir (aunque esta rama está aún en sus primeros pasos). Hay aplicaciones conversacionales capaces de mantener charlas de tú a tú con usuarios (muy utilizadas, por ejemplo, como atención al cliente por muchas empresas).
Un catálogo de soluciones cada vez mayor que proporciona una inestimable ayuda a los trabajadores humanos. Y es que, como hemos comentado al inicio, ver la IA con un enemigo en lugar de como un aliado es un error que puede hacernos perder muchas oportunidades.
El futuro y los hándicaps de la IA
Si bien hasta ahora hemos visto cómo la Inteligencia Artificial parece la siguiente gran revolución, no podemos obviar algunos de los problemas que la rodean.
Como todas las cosas desarrolladas por humanos, la IA también adolece de ciertas debilidades que no se pueden pasar por alto. Para empezar, existen sesgos a la hora de implementar estos sistemas por el simple hecho de que están desarrollados por personas (y las personas, tenemos sesgos). Es por ello por lo que se hace indispensable contar con un equipo heterogéneo que sea capaz de detectar estos sesgos y corregirlos.
De igual modo, es importante seleccionar los datos con los que se va a entrenar al algoritmo, ya que una serie de datos erróneos en la entrada implicará errores en su análisis. También existen condicionantes aplicadas por el desarrollador o la empresa fabricante (consciente o inconscientemente) que pueden suponer compromisos importantes y decisivos.
Y sin embargo, asumir que la Inteligencia Artificial ha llegado, no solo para quedarse, si no para revolucionar la forma en la que trabajamos hoy en día, es una manera inteligente de adaptarse a los cambios que están por venir.
En el futuro, los puestos de trabajo se compartirán entre personas y sistemas de IA generando nuevas sinergias. Los humanos se dedicarán a las tareas que requieran de habilidades cognitivas que los sistemas no puedan cubrir, mientras los programas se utilizarán para reemplazar otro tipo de tareas repetitivas y con bajo nivel cognitivo.
Un futuro que ya ha empezado y que, en los años venideros, revolucionará el panorama industrial, comercial y social de una forma que ni imaginamos.